Siempre amé las ventanas.
Tengo una en mi consultorio. La llene de plantas para que me protejan de la ciudad de la furia.
Hoy mientras atendía vi a un joven de espaldas a mi ventana, mirando hacia adentro de un auto, haciendo unos gestos que yo no interpretaba. Acompañé a mi paciente, ella creo que se fue sin advertir nada, y me quedé tratando de entender, y no entendía.
Volví a la ventana y entendí..se estaba cortando el pelo con una navaja, a su lado había una bolsa, con una botella
de agua y algunos productos. El vidrio del auto hacía de espejo. Se paso un pincel con tintura, se luqueo…se lavó la cara y las manos en el cordón.. se acomodó la campera.
Bella y dignamente se fue.
Está en la calle, es evidente, pero no ha perdido aún su estética, esa que lo hace un sujeto deseante sin dudas.
En segundos pensé en ofrecerle un café..pero me dije, està en una escena intima que derecho tengo a interrumpirlo.
El arquitecto Rodolfo Livingston fue quien trabajó el tema del espacio público y privado, como una cuerda o un cartón lo delimitan, como un auto se vuelve espejo, como este joven hizo de lo público lo privado, simplemente porque no tiene donde vivir.
O si…este joven vive en su estética…
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