El susurro del grupo ( parte I)

 


Ser / grupo / mundo

Emana profundidades del alma, el mar, 

otea la mañana, el susurro, en lejanas hojas de coníferas.

 

Escrito posterior al Symposium de la SEPTG, 2024

 Publicado en : https://septg.eu/symposiums/51-symposium-septg/

Mario Jorge Buchbinder

Médico, Psicoanalista, Psicodramatista. Escritor, Poeta. Fundador y Director del Instituto de la Máscara junto con Elina Matoso. Miembro fundador de la Sociedad Argentina de Psicodrama.

Mail: mario@buchbinder.com.ar

Resumen 

Cuando el grupo susurra, hay armonía grupal, opuesta al ruido o al farfullar, incluso en grupos numerosos. El susurro es índice de funcionamiento grupal así como en el farfullar pierde sentido el grupo. Describo técnicas del trabajo corporal, dramático con máscaras. Hay fenómenos y conceptualizaciones expresados en la unidad y multiplicidad, la estructuración y la desestructuración, lo apolíneo y lo dionisiaco. Resalto la oscilación entre estos fenómenos y entre el susurro y el farfullar. La máscara está en la cotidianidad del ser humano y el poder usarlas llevan al juego, a ocultar y revelar. La máscara es el ser y éste se constituye en grupo, en relación con el otro. La máscara, el cuerpo y la escena son objetos y conceptos significativos que el coordinador puede tener en cuenta. Se entrelazan los discursos en la singularidad y la pluralidad.

PARTE I

Introducción

En este escrito me refiero a experiencias y conceptualizaciones realizadas durante el simposium de la SEPTG 2024, y lo amplío a experiencias previas y posteriores.

Enumero brevemente las actividades realizadas en el Simposium-

Uno fue el taller de apertura, otro la relación con la ´Mascarada” y el tercero la presentación de mi libro: “La escena desencontrada”. Cuyo subtítulo es: Psicodrama, Clínica, Teatro, Poética, Psicoanálisis, Máscara

 

1 Ser y grupo 

El grupo es uno de los modos de existencia del ser en el mundo. No existe la posibilidad del ser, si no es con otros. Desde la filosofía, Heidegger menciona el “ser con otro” (Mit sein). Levinas se refiere al otro como base ética, esencial al ser de la ontología. ¿No se estará ya definiendo la pluralidad como un modo del ser y no como un artificio? 

El mundo es el interior de cada uno, los otros del grupo, los que están por fuera del grupo, la comunidad, lo sociocultural. Es el cuidado de sí y de los otros.

En la vida cotidiana el ser queda oculto en la sociedad del espectáculo, del estímulo y de la mercancía; la posibilidad de la desocultación es un aspecto del trabajo grupal.

Estar en grupo es entonces un modo de hacerse cargo del ser de la subjetividad y es al mismo tiempo un modo, una técnica, un dispositivo. Estar en grupo no es eclipsar al individuo, al ser, es saber que siempre implica al otro. El grupo involucra la multiplicidad de los universos de la singularidad, de los otros, de la comunidad.

El susurro del grupo implica armonías en el hacer de éste.

El ocultar y el desocultar son conceptos que desarrollo en este texto en relación a la máscara y a la problemática de la verdad.  




2. Conceptos integrados

Explicito en estas líneas conceptos que fueron mencionados en elaboraciones generadas en esta escritura, otros fueron desarrollados en el transcurso de mi vida profesional y como director del Instituto de la Máscara. Estos tienen una cierta unidad en su diversidad. Intento establecer relaciones entre ellos y con otros autores. La oscilación entre los conceptos es una modalidad de mis elaboraciones.

En las conceptualizaciones sobre el cuerpo, en el pasaje del cuerpo biológico al cuerpo erógeno implican en su transcurso la representación de cosa y de palabra, el gesto, la protoescena, la escena, la palabra, el texto. Freud en su proceso de elaboración, pasa del cuerpo biológico, neurológico al cuerpo de la significación, trabajando sobre la historia, hacia el cuerpo erógeno marcado por el deseo y por la cultura. Tomamos del Diccionario del teatro de Patrick Davis la diferenciación que él hace entre el gesto comunicacional y el gesto expresivo, el primero está unido a gestos fijos, conocidos en el lenguaje comunicacional, el segundo son creaciones de cada sujeto en particular.

 

 Cuadro 1: Pasaje del cuerpo biológico, al cuerpo erógeno y al texto

 

Cuerpo Biológico al Cuerpo Erógeno

Representación de cosa

Representación de palabra

Gesto

Protoescena

Escena

Mapa Fantasmático Corporal

Palabra

Texto

Cuerpo Erógeno


 3 Reportaje a Trabajo en lugares simultáneos.

Entrevista a Mario Buchbinder *

 Incorporo un reportaje que fue publicado en uno de mis libros

 Entrevistador: ¿A qué se denomina trabajo en lugares simultáneos?

Mario Buchbinder: Es una modalidad que en nuestro Instituto, en estos últimos años, sintetiza una trayectoria de trabajo e investigación con las máscaras, la escena, en lo corporal, en actividades plásticas, en el juego, acerca de problemáticas grupales y desde la perspectiva psicoanalítica.

E.: ¿Por qué “en lugares simultáneos”?

M.B.: Es una denominación técnica, con fundamentos teóricos. Tratamos, en la sesión, de incorporar diferentes rincones de trabajo, a la manera de los rincones en las salas de jardín de infantes.

Por ejemplo: un rincón para trabajar con máscaras, otro para utilizar crealina, otro con una bolsa de boxeo, otro para trabajo corporal. A partir de los lugares simultáneos, cada paciente puede realizar diferentes actividades, en forma independiente de los demás.

E.: ¿Cada paciente elige el rincón?

M.B.: Cada uno elige el rincón, después de un momento de comentario en el grupo. A medida que los pacientes van llegando, se van incorporando a los rincones. Después de un lapso de trabajo en los rincones, viene el tiempo de interacción, que es más extenso. 

Por ejemplo, supongamos que alguien ha venido con una sensación de tensión en determinado lugar del cuerpo: a partir de cierto tipo de movilización, la tensión se corre a otro sitio corporal, y aparece una determinada fantasía; esto a su vez  posibilita el trabajo mediante una escena, de la cual a su vez se puede pasar a otras.

E.: Esto parece implicar sesiones prolongadas.

M.B. A veces es posible trabajar con sesiones de cuarenta o cincuenta minutos, pero en general son preferibles sesiones de dos horas. En todo caso, el TLS no es sólo una modalidad técnica sino una manera de encarar la terapia: contribuye a que la situación grupal no gire sólo alrededor de la problemática de uno de los miembros, sino que las temáticas de las diferentes personas

puedan tener lugar en la situación grupal, aun cuando no se encuentre una fantasía común. A veces, encontrar la fantasía común se convierte en una preocupación superyoica del terapeuta del grupo; si no encuentra la fantasía común, llega a sentirse perdido en la sesión.

E.: ¿De qué manera el simple hecho de trabajar en un rincón con algún material permite que cada paciente se conecte con su problemática?

M.B.: Es un primer momento muy valioso y significativo. Permite que cada uno encuentre su manera de decir con qué fantasmática ha venido. 

La fantasmática que cada uno ha de inscribir en determinado momento de la sesión grupal queda documentada a partir del trabajo en el rincón; esa documentación va a tener mucho peso en el transcurso de esa sesión y aún de todo el tratamiento.

E.: En el caso de que alguien llegue muy angustiado, ¿cómo puede plasmarlo en el TLS?

M.B.: Voy a dar un ejemplo. Una vez, al comenzar una sesión con esta técnica, un paciente dijo que tenía ganas de irse: le sujerí que trabajara alrededor de las ganas de irse.

E.: ¿De qué manera?

M.B.: Él preguntó si podía escribir: le dije que sí. Escribió entonces un relato en el cual él se iba con un coche por el desierto, el coche se detenía y él quedaba allí, perdido; y protestaba: por qué había salido con un coche. Esto fue hace un año, y cada tanto reaparece, lo seguimos trabajando: en ese relato manifestaba algo que manifiesta respecto a su vida entera, siempre una queja, por qué habrá hecho esto o lo otro. Y en aquella sesión,  después, hizo un dibujo. Dibujó un camino que se cortaba en un lugar preciso, en la sexta parte. Tratamos de averiguar qué significaba el número 6 en su historia. Tiempo más tarde supimos que algo se había cortado en su vida familiar, cuando él tenía seis años, con el nacimiento de una hermana; apareció el tema de los celos, de la envidia. De modo que, en el escrito y en el dibujo pudo expresar aspectos muy importantes de su conflictiva para volcarlos al metabolismo de lo grupal. A partir de lo que cada uno trabajó en los rincones hay un entrecruzamiento. Primero se les propone que se desplacen por el consultorio, por el salón, sin interrelacionarse todavía, metidos en sus propias fantasmáticas individuales: cada uno, a partir de lo que ya trabajó, se mete en un personaje, con la ayuda de máscaras o disfraces. Así se producen las interacciones, en distintas escenas.

E.: En terapias de grupo, cada paciente cuenta lo que le está pasando y después se trabaja sobre ese material. En el TLS, el problema de cada uno se expresaría primero en los diferentes rincones.

M.B.: Ante todo, en el TLS no excluimos la palabra, que está presente en las actividades y en los intervalos entre ellas. Damos, sí, mucha importancia a la imagen: a plasmar en imágenes, mediante las diversas actividades, lo que le está pasando a cada paciente. 

Podría objetarse que esto es una caída en lo imaginario: yo digo que es una subida a lo imaginario. Quiero decir que si damos importancia a la construcción imaginaria es para dar su lugar a lo real, para que lo real pueda inscribirse en esa sesión, a partir de lo cual podrá desarrollarse la simbolización. La simbolización se da en la interpretación del terapeuta, en el comentario de los pacientes, en el mismo hecho de las reglas del juego. La práctica lúdica diferencia en sí misma lo real de lo imaginario: cuando yo hago como que mato a alguien, no lo mato; en esta diferenciación entre lo real y lo imaginario se sitúa el desarrollo de lo simbólico.

E.: ¿El trabajo en los rincones se instrumenta siempre al principio, o puede ser al final de la sesión?

M.B.: Conviene ubicarlo al principio, para que dé lugar a los desarrollos posteriores.

E.: ¿Qué lugar tienen en el TLS las máscaras y lo corporal?

M.B.: El tema del cuerpo está presente de manera constante en todo grupo, se trabaje o no con técnicas corporales. Nosotros tratamos de darle lugar al cuerpo de diferentes maneras. Por ejemplo, en una sesión de TLS, cuando se planteó el trabajo en los rincones, se formó un subgrupo que prefirió hacer, en conjunto, Tai-Chi. Aunque la consigna había sido trabajar individualmente, ellos prefirieron hacerlo así; podríamos pensar que era un momento resistencial, pero lo dejamos correr, ya que nos parece importante que las resistencias se desarrollen dentro de la tarea. La idea de hacer Tai-Chi provenía de que uno de los integrantes del grupo lo practica por su parte; hay un aspecto defensivo en esta práctica en donde la actividad corporal es ritualizada, ordenada: no es que el Tai-Chi como tal se reduzca a esto, pero así se ubicaba en el contexto de la sesión. Dejamos entonces desarrollarse esa actividad, que en todo caso podría funcionar como caldeamiento. Y los integrantes de aquel subgrupo fueron pasando luego a otros tipos de trabajo corporal. Sólo uno, el que por su parte hacía Tai-Chi, permaneció estructurado en esa sola actividad. Le propuse entonces que hiciera un trabajo de  desestructuración de los movimientos.

E.: ¿Cómo sería eso?

M.B.: Esa misma pregunta me hizo él, que se sorprendió. Le dije, a partir de un movimiento en particular que hacía con el cuerpo y con los brazos, que lo fuera desarticulando. Entonces fue desarticulando una mano, luego un brazo, el hombro, hasta la cintura; desde allí no pudo desarticular mas. Le propusimos entonces que, a la sensación a la que había llegado mediante la desarticulación, le colocara una máscara y la hiciera hablar. De este modo transformamos en escena un movimiento corporal. Y él llegó a relacionar la imposibilidad de desarticular de la cintura para abajo con el hecho de haber tenido que usar un yeso en la época de la pubertad; los resabios del yeso seguían presentes en él. Y esto a su vez dio lugar a trabajos ulteriores. Otra de las personas de aquel subgrupo había seguido haciendo trabajo corporal, y en determinado momento se centró en las piernas. Empezó a hacer diferentes movimientos con las piernas, me dijo que tenía tensión, me preguntó qué movimientos hacer.

E.: A propósito, ¿qué hace el terapeuta durante el trabajo en los rincones?

M.B.: Voy acercándome a cada uno, les pregunto cómo están. Liliana, por ejemplo, me contesta: “Mirá, estuve trabajando con las piernas y no siento nada...”. Entonces yo le propuse que hiciera un recorrido tratando de percibir las estructuras óseas. Lo hizo así, y cuando llegó a la zona del muslo dijo que no percibía nada: la angustiaba no percibir el hueso. Hablando, surgió la posibilidad de dibujarlo, o mejor, hacerlo con crealina. Hizo un hueso, el fémur, con crealina. Diría que era un fémur perfecto. 

Y después, en el tiempo de entrecruzamiento, ella hizo lo que llamó una patizamba que iba caminando. Fue interesante que hiciera un hueso porque ella tenía una hermana que sufría una enfermedad celíaca, con trastornos en el crecimiento y especialmente en el desarrollo de las piernas. A partir de determinada edad, la hermana se desarrolló bien, pero seguramente, en la fantasía familiar existía una hermana deforme, y la paciente tenía el temor de quedar así.

E.: Por lo que contás me parece que, aunque el paciente transite distintos rincones, en casi todos hay una aproximación a lo corporal.

M.B.: No siempre. En el paciente del ejemplo anterior, que había escrito una historia, la aproximación no era por lo corporal. Hay pacientes que optan, alternativa o sucesivamente, por modelar con crealina, dibujar, utilizar máscaras. En todo caso cuando se trabaja con crealina suele tratarse de proyección del cuerpo.

E.: Con máscaras, ¿qué se puede hacer en TLS?

M.B.: La construcción de uno o más personajes.

E.: ¿El personaje se construye a partir de lo que el paciente siente en el rincón que eligió?

M.B.: Uno de los rincones es de máscaras, allí el paciente se prueba sucesivas máscaras. Claro, vamos a perder muchas de las cosas que ha sentido y pensado al probar cada máscara: a veces después le pedimos que escriba sobre lo que ha experimentado.

E.: Después, construye el personaje.

M.B.: Doy otro ejemplo. En una sesión prolongada, Juan hace un personaje que está como perdido en una isla; después, uno que golpea con un palo, y después hace una serie de dibujos: dibuja un hacha, un tipo sonriente, un tipo perdido en una isla, y finalmente hace un relato. Con todo eso aporta un material muy amplio para trabajar. Y estos materiales luego se explicitan de diversas maneras en el momento grupal, ya sea por entrecruzamiento de los personajes o por las escenas que van surgiendo. En la segunda parte de esa misma sesión prolongada se trabajó con telas y elásticos: al trabajar todos con un solo elástico, apareció el placer de romperlo, que aludía a romper el encuadre, romper al terapeuta, finalmente matar al padre, fantasía que, con diferentes simbologías, había aparecido en cada uno de los pacientes. 

E.: A esta altura de lo que venimos hablando, ¿cómo resumirías las ventajas terapéuticas de esta técnica?

M.B.: A mí me parece que acelera el proceso terapéutico.

En todo caso crea mejores condiciones para la significación de los distintos conflictos, tanto en cada paciente como en el nivel grupal. Me parece que el TLS crea un continente para que lo inconsciente, lo reprimido, lo difícil de manifestar, pueda expresarse. 

En estos grupos se crea una especie de pauta cultural que permite y facilita la expresión de conflictos significativos de cada participante.

E.: ¿Cuáles son los fundamentos teóricos de esta modalidad terapéutica?

M.B.: Es una terapia con encuadre psicoanalítico, a condición de redefinir qué es psicoanálisis y qué es encuadre. La imagen del psicoanálisis parece consistir en un diván, un paciente tirado en ese diván, y un psicoanalista tirado en un sillón detrás de ese diván, totalmente pasivo. Esto es un formalismo; esencialmente, es un formalismo defensivo frente al carácter transformador, revolucionario, subversivo, que tiene el psicoanálisis. 

Quienes sustentan esa visión se proponen como los mayores defensores del psicoanálisis pero le quitan su definición fundamental. Con esto no quiero decir que utilizar diván no sea hacer psicoanálisis, sino, insisto, que definirlo en esos términos es caer en un formalismo. El TLS es psicoanálisis en tanto trabaja con lo inconsciente, con el deseo, con el amor, con el odio, con la transferencia. Un psicoanalista argentino decía que el tema del psicoanálisis es fundamentalmente el amor y, por lo tanto, también el odio: esos entrecruzamientos son hechos posibles en este tipo de terapia.

E.: ¿Cuál es la relación entre el TLS y el psicodrama?

M.B.: Le damos una importancia muy grande a la dramatización y al trabajo sobre la escena; en este sentido, el TLS está muy relacionado con el psicodrama. Como decía Moreno, su creador, el psicodrama no es simplemente buscar un protagonista y hacerlo dramatizar, sino que es romper con determinadas “conservas culturales”: entonces, no tenemos por qué someternos a las formas que el mismo Moreno creó. En el TLS lo psicodramático se une a lo corporal, a lo plástico, a la palabra. Y quiero volver ahora al tema de las máscaras en su relación con la pregunta de por qué TLS, “trabajo en lugares simultáneos”. 

Tal vez el punto de partida del TLS fue la tarea en grupo con máscaras sin ceñir: sobre la base de una escena, los participantes van cambiando de máscaras, y esto produce de hecho escenas simultáneas: pensamos entonces que estas escenas podían tener un efecto potenciador de la terapia. Al mismo tiempo, el hecho de que una persona vaya cambiando de máscaras hace presente una simultaneidad de aspectos del sujeto, no sólo del grupo. Vemos que el trabajo con máscaras está muy imbricado con el TLS, en cuanto a la dimensión desestructurante, desenmascarante de las máscaras. Esto no quiere decir que quien participe en una sesión con máscaras necesariamente se desestructure: somos respetuosos, y siempre existe la posibilidad de que un participante se limite a mirar o se limite a trabajar con una sola máscara. En estos trabajos es muy importante la continencia. 

En la sesión, el TLS contribuye a romper la unidad temática para privilegiar el polimorfismo, la multiplicidad de escenas; concretamente, es posible atender a distintos aspectos del sujeto y del grupo. Como diría Julia Kristeva, se trata de lo carnavalesco, en el sentido de recuperar la dimensión creativa de la actividad carnavalesca.

E.: ¿No asusta a los pacientes el hecho de trabajar con máscaras?

No es lo conocido, en general estamos habituados a otros tipos de terapia.

M.B.: No es tan seguro que no sea conocido: desde hace muchos años venimos desarrollando esta actividad. En todo caso, si el paciente prefiere no trabajar con máscaras no lo hace. Y hay pacientes con los que yo nunca utilicé máscaras, ni las utilizaría: cuando uno moviliza, siempre hay que saber hasta dónde, y hay que tener el continente para esa movilización. Esto es válido para pacientes psicóticos y también para los neuróticos.

Es cierto que, con pacientes neuróticos, la tarea suele apuntar a desestructurar determinados mitos en los que se sienten encerrados; con el psicótico, al revés, estimo que la terapia debe ser constructivista: es posible utilizar máscaras, pero más bien para ayudar al paciente a reconstruir determinadas redes rotas o nunca construidas en su historia.

E.: ¿Qué clima suele haber en sesiones de TLS?

M.B.: Depende de los momentos. Cuando están todos trabajando en los diferentes rincones, hay un clima de trabajo muy intenso, diría que es un clima mágico: las fantasías de cada paciente van apareciendo de manera tal que el consultorio se transforma en una especie de caja mágica, la sesión llega a presentarse como un caleidoscopio de fantasías, máscaras, imágenes, que no se pierden y pueden metabolizarse de distintos modos. Y se ofrece la posibilidad de situar aspectos muy íntimos, de crear imágenes para esta intimidad; en el grupo se genera mucho respeto por el tiempo, por la imagen. Por ejemplo, una paciente que trabajó con crealina en un rincón hizo un cuerpo desnudo, pero tuvo temor de mostrarlo y no lo mostró: se respetó el hecho de que no quisiera mostrarlo. Guardó su material, después lo comento y luego de varias sesiones, pudo mostrarlo. 

E.: La imagen tradicional de un grupo es por lo general la de un círculo; en el TLS, cuando los miembros del grupo van a los rincones, generan una imagen de grupo distinta.

M.B.: Sí, se amplía el círculo. Por una parte, el pequeño círculo se fragmenta, hay una dimensión de fragmentación. Pero también hay una ampliación; no sé si el círculo se conserva o si se convoca otra figura, y la unión se da por la simultaneidad en la que todos trabajan.

E.: En todo caso, después hay un momento en que el grupo restituye el círculo.

M.B.: En el curso de cada sesión hay distintos momentos. El círculo del hablar, del reflexionar, tiene que estar, es imprescindible. De todos modos, no es posible contar todo. Al estilo de la caja negra a que hacen referencia los comunicólogos, hay una dimensión de la cual no se sabe qué pasó. No se puede recuperar todo, pero en cada sesión es posible inscribir lo sucedido de distintas maneras, y recuperarlo en imágenes y palabras. Yo diría que hay un pequeño círculo y un gran círculo. Se genera un gran círculo que es de mucha continencia, una especie de imagen uterina que permite crear diferentes juegos. Pero, además de esa función materna, tiene lugar la función paterna. Si la función materna es permisibilidad y posibilidad de desarrollar los aspectos que en cada uno requieren desarrollo, la función paterna hace posible la discriminación y la simbolización de aquello que, primero, se plasmó en  imágenes.

 

Mario J. Buchbinder: Poética del desenmascaramiento, 2ª edición 2008; 1ª edición 1993, Edit Letra Viva, Bs. As.

   

Comentarios “a posteriori” del reportaje, acerca de Trabajo en lugares simultáneos 5 9 24

Luego de años de haber desarrollado el TLS y de tomar en cuenta la multiplicidad, vuelvo a reflexionar acerca de la materialidad de los  grupos. Una de las virtudes fue acentuar esa mirada winnicottiana del juego y de los distintos modos de expresión. Al incluir como modelo el jardín de infantes es recurrir a esos tesoros de la infancia que cada ser humano tiene y poder recuperar ese polimorfismo del cual hablaba Freud, en el camino de la cura.

En esos años el fundamento teórico venía del psicoanálisis, el psicodrama, de Kristeva y Bajtín especialmente en relación al carnaval, a la carnavalización de la cultura, pero luego el tema de la multiplicidad lo fui desarrollando con algunos textos de Deleuze, Badiou y de Agamben. Por otro lado no sentí que denegaba del psicoanálisis sino que era el modo particular que tenía de pensarlo y practicarlo. 

Por otro lado, como modelo siguió estando el poder ampliar los campos de la práctica, poder construir determinadas metáforas que dieran explicación a algo de lo real que ocurría en las sesiones y el basamento de la riqueza de la infancia. 

Luego reafirmé que la multiplicidad no se juega solamente desde la técnica, sino en la más simple situación de la práctica grupal, psicoterapéutica, psicoanalítica. Hay momentos de la escucha, de la escucha de la multiplicidad y del poder armonizar esos orígenes diversos.

El tema de la heterogeneidad se me hace presente no sólo en el campo de la cura sino también en la poesía y en mis escritos y puestas teatrales. Ya que hay una heterogeneidad en los distintos géneros y en cada uno de ellos, por ejemplo, en el modo de la construcción de un poema o de una escena.

La pregunta por el psicoanálisis no la respondería de igual modo que en ese momento del reportaje. Me pregunto si el estilo de la pregunta no está teñido del dogmatismo que se siguió transfiriendo en el curso de los años después de la creación de Freud, del dogmatismo represivo acerca de lo que uno/a, es o no es.  

Reflexiono acerca de ese tipo de preguntas y habilito un interrogante sobre qué es, en todo caso, el psicoanálisis o cuáles son los fundamentos teóricos y clínicos de las afirmaciones de un psicoanalista o de un psicoterapeuta. Me defino como un psicoanalista, por fuera de esas presiones ideológicas, en la búsqueda de lo que Barthes llamaba un texto mutante.

Identidad y psicoanálisis, la pasión por la identidad y por la pureza ideológica suelen borrar lo instituyente versus lo instituido del psicoanálisis, es el peligro de desatar una pasión superyoica que impide el amor a la lectura, al texto, a la práctica y a la crítica.

Continuara en este blog

Comentarios

xx dijo…
Qué bueno habilitar interrogantes y reflexiones, gracias.
La armonía del texto y algunas de sus líneas melódicas me llevaron a un poema que escribí hace tiempo y que comparto, porque siento que está en una tonalidad similar, que le hace lugar a la disonancia...

La voz como rastro que sale
de una botella
¿lámpara de Aladino
cántaro,
cuenco
sinfonía…?
Ruidos que provocan confusas sensaciones,
siempre es difícil la deriva.
La voz, huella incandescente,
vértigo de mí
(y de lo otro).
Me pregunto qué sabrán de nosotros,
los espejos
húmedos
del mar;
si total se evaporan con el sol,
forman nubes de tormenta,
caen en gotas,
atraviesan entrañas de la tierra.
Con un poco de suerte llegan
a los surcos,
a la raíz o a la semilla,
y otra vez a comenzar.
Ciclos infinitos. Azar en torbellinos.
Pérdidas. Ocasiones de cobijo.
Mientras tanto
¿Qué susurros en ese latir,
en esa ausencia de rumbos que,
sin embargo,
dibuja,
está dibujando,
recorridos?
Valeria Uhart