"La Fiesta de San Juan, entre la alegría, el cuidado y la resistencia colectiva" por Leo J. Laguna

 

 La Fiesta de San Juan, entre la alegría, el cuidado y la resistencia colectiva

 




La Fogata de San Juan es un festejo tradicional, de raíces antiguas, se nutre tanto del culto pagano como de la liturgia cristiana. En ella se esta celebración se enciende fogatas al atardecer en un día de fines de junio, cerca del 23 (en lo que sería la conmemoración de San Juan). El fuego del atardecer purifica y renueva los festejantes y las poblaciones. Antaño se pedía por la salud, la buenaventura, la paz en el pueblo y porque se desarrollen las semillas de lo sembrado en la tierra. Retomando la vía de tradición ancestral celta se honra al sol, a la tierra, a la siembra. Se pide por la fecundidad de la tierra y la prosperidad de los habitantes de los pueblos.  Así se le da fuerza a la tierra, se la gesta en abundancia. Es un rito de purificación colectiva, purga, limpieza, votos de renovación con la vida, y con la protección sagrada.

Esta tradición antigua no tardó en ser asimilada por la festividad cristiana sin cambiarle demasiado el sentido, en este caso se le sumaba conmemoración litúrgica del nacimiento de San Juan Bautista. 

Además de las fogatas, un espectáculo en sí mismo algunas personas llevaban papas y batatas para azar, también se compartía comida, se danzaba alrededor del fuego, se cantaba. Se queman papeles con peticiones para que se cumplan, o bien para evitar malos presagios, lo que se quiere transmutar.

En varias partes de américa heredamos esta celebración, agregando por supuesto los elementos y vivencias locales. En Argentina, en especial en Buenos Aires, se celebran en varias localidades, cerca de finales de junio, en pleno invierno helado. Suelen ser famosas las fogatas en algunos barrios de la ciudad, como la Boca, que recupera la tradición inmigrante y la historia del barrio.  Parque Avellaneda, y en la zona de Abasto son infaltables a la hora de celebrar. Se cortan calles con la antelación y el debido cuidado. Siempre es cerca de un parque y con los debidos cuidados necesarios. 

Se unen para la quema diversos colectivos sociales, grupos culturales, instituciones educativas, centros de salud comunitaria. militancias del barrio, vecinos, agrupaciones de artistas, etc. Se construyen muñecos de cartón, papel, lanas, etc., que por lo general

 

La Fiesta de San Juan implica una acontecer, un entramado en comunidad, tiempo de movimiento y celebración. Entretejidos de historias barriales, sociales, culturales, encuentros de huellas de los inmigrantes, de las luchas y sin sabores. Se festeja al calor del barrio, bajo la mirada de niños y niñas llenos de curiosidad por el acontecimiento. Todo tiene su lugar en esta participación, se presentan las agrupaciones culturales que organizan el evento, los vecinos, los colectivos educativos y artísticos. Se forma una ronda con los muñecos a quemar. Dicho sea de paso son hermosos, repletos de simbolismos de cada agrupación. Se escriben los deseos, las peticiones, lo que se desea transformar también. Ya prender el fuego es un hecho social ritual. La lentitud y cuidado en hacerlo, la organización para encenderlo. Luego Se baila, se danza colectivamente alrededor del fuego, se canta. Se hacen rondas. Sobrevuela un espíritu comunitario, un afecto se abre lugar y se encarna en cuerpos expresivos de baile, júbilo, alegría, aventura. Se expulsa con cánticos lo indeseado que nos ha aquejado durante el año. Como en la antigüedad ya no se pide por las cosechas y las siembras, pero se pide por salud, abundancia, prosperidad. Se honra a la Pachamama, a las culturas originarias. A los ancestros, las personas que ya no están y han sido nuestra inspiración. .

 





 

 

En este contexto festivo ritual, la corporalidad se hace presente en su potencia y esplendor. A lo largo del proceso se despliega la constitución de procesos de inter subjetividad. Se entrelazan cuerpos en movimientos que trascienden lo individual, en una placentera danza común. Ya sea en rondas, en grupos, con bailes tradicionales, etc., el movimiento expresivo danza acompaña gran parte de la jornada. Los cuerpos se acompasan, se acompañan, van transformándose a lo largo del festejo. Con la fogata en lo máximo se llega a generar una suave catarsis colectiva. Nada es desenfreno, nada es impuesto, todo se hace con cuidado y a conciencia.  La celebración se convierte en un despliegue poético donde cada participante aporta su propia voz y experiencia, tejiendo una narrativa móvil participativa. Se comparten saberes y prácticas (sin ir más lejos a mí me han enseñado a bailar chacarera y chamamé) J Aquí podemos ver cómo la fiesta se arraiga en la tierra, en ese estar siendo que tanto observó Rodolfo Kusch en el acontecer de los pueblos, donde la identidad y los saberes y prácticas se construyen y reconstruyen desde lo profundo de la experiencia comunitaria.

 

La fiesta comunitaria, como espacio de encuentro y celebración, se erige también como un escenario de lucha colectiva. Es esta celebración no se duda en reclamar lo conveniente.  Los cuerpos, al danzar y celebrar juntos, se agencian. Los gestos, movimientos, las máscaras, los bailes reclaman.  Muchas personas se preparan performáticamente, colocan sus cuerpos en estado de arte. Desafían las normas y los discursos hegemónicos dominantes, reclamando su derecho a la alegría y a la expresión, a las conquistas sociales que costaron adquirir, y muchas veces peligran según los gobiernos. En este sentido, la fiesta no es inocente, se convierte en un acto de cuidado y resistencia, una forma de subvertir el orden establecido y de construir nuevas formas de relación y de comunidad.

La fiesta de San Juan tiene un despliegue ético estético de cuidado y resistencia a través del arte en todas sus formas. La plástica, la poesía, la narrativa, la danza, el movimiento expresivo, las máscaras, el teatro, la lucha vital, la resistencia política. 

 

 


 

 

La fogata es un reflejo que acompasa al ánimo social, este es el que se enciende, con chispas de alegría.  Una catarsis carnavalesca colectiva surge de este proceso, permite liberar emociones reprimidas y generar un sentimiento de conexión y pertenencia, el compartir la fiesta, el baile, la comida, el reclamo común, potenciando la capacidad de los cuerpos para actuar y transformar su entorno. Nuevamente viene a mí el pensador R. Kusch, ya que en este proceso, también se puede encontrar el hedor, esa parte negada de nuestra identidad que Kusch nos invita a reconocer y a integrar, en tanto nuestra sombra social, operación de negación dialéctica que nos permite avanzar hacia una comprensión más profunda de nosotros mismos/as, de nuestros reclamos populares, de nuestros dolores, reivindicaciones, militancias barriales, de nuestra América popular transversal.  La reafirmación de la identidad colectiva plural, mestiza, invitándonos a pensar nuestra América desde una perspectiva propia y liberadora.  Aquí resuena la filosofía de Spinoza, el conatus común de los cuerpos que se encienden de pasiones alegres. Su "nadie sabe lo que puede un cuerpo", un cuerpo singular de cada integrante, pero también una corporalidad colectiva capaz dejar pasar intensidades, capaz de afectaciones, de desplegar potencias y pasiones alegres que lo impulsan a la acción y a la transformación. Este cuerpo, en la fiesta, se convierte en sujeto pueblo, un colectivo que se afirma en su propia identidad, y sus propias diferencias, que los hacen aún más íntegros, y en su capacidad de transformar su realidad. Es en el entre, en el encuentro de unxs con otrxs, en esta producción se crea mundo. Estos constituyen territorios transicionales de juego, transformación, composición subjetiva. ¿No es esto acaso para Spinoza la ética transformadora en la potencia de cuerpos colectivos?  –que el concibió como un territorios lleno de geometrías, composiciones, nociones comunes? Esta fiesta es celebración, también es política, es arte y ejercicio del disfrute, de la felicidad y una forma de participación en la democracia popular.

 

 



 

 

Pasando el fueguito en el atardecer de un junio frío la fiesta va terminando. Cuidamos que el fuego físico se apague correctamente, pero el fuego en los corazones palpitantes permanece. Algo en el aire abrió los sentidos. Algo cruje desde la tierra, y se esparce en el aire. Un sentimiento de presencia plena y gratitud tienen lugar. Resuenan en mí las palabras de Víctor Jara. “Es amor a la tierra el que me ha ayudado a vivir; es el amor a la educación y al trabajo; es amor a los demás que trabajan por el bienestar común; es amor a la justicia como instrumento del equilibrio para la dignidad; es el amor a la paz para gozar de la vida; el amor a la libertad, no a la libertad de unos para vivir de otros; sino la libertad de todos. La libertad para que yo exista y existan mis hijos, y mi hogar y el barrio y la ciudad y los pueblos y todos los contornos donde nos ha correspondido forjar nuestro destino. Sin yugos propios ni yugos extranjeros”…

 

Ya está hecha la siembra en tierra fértil, el fueguito colectivo acompaña con chispas que quedan esparciéndose en el aire…  

 

 

L.J.L.

Julio 2025



Leo J. Laguna 

Es psicólogo, psicoanalista, docente. 

Educador desde las pedagogías críticas

Coordinador de Recursos expresivos y Psicodrama

Investigador de la corporeidad, a veces anarcopoeta

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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