Delimito el escenario: una hoja. Mejor dos.
Parto de algunas escenas de la clínica para relacionarlas con preguntas que
rondan el psicoanálisis y el psicodrama. Viene una frase de Nancy que me
encanta: en cierta forma, partir implica siempre dividirse[1].
En mi práctica cotidiana con niñeces y familias, a nivel individual y grupal, el psicodrama, los recursos expresivos, objetos y máscaras amplían la caja de herramientas que pongo en juego. El trabajo con las máscaras implica una operatoria con diversos códigos expresivos que permiten construir tempos de labor que alternan la estructuración con la desestructuración; momentos de ocultar y revelar, de apertura y cierre. Momentos de trabajo con la “nada”, intentos por generar condiciones posibles para representar algo del orden del vacío. También con el silencio. Esto se relaciona con la construcción de un ritmo, de una alternancia, de un latir, que tiene que ver con la posibilidad de producción de algo del orden de la verdad subjetiva de los actores implicados en ese devenir. Devenir enmarcado, además, en una estética. Y en un escenario. Un escenario iluminado. Hay luces, y también sombras. Pero voy a las escenas de la clínica.
“¿Querés jugar al escenario?” Invito
muchas veces a los pacientes. Entonces, si acceden, lo marcamos juntos con
cinta de papel en el suelo, y abro el juego al devenir de representaciones
(palabras, gestos, objetos, máscaras, escenas).
Estaba en sesión con un nene, explorando
juntes un diccionario de emociones, que muchas veces uso como disparador para
que ocurran otras cosas; en eso, él miró hacia las máscaras (hay máscaras
colgadas en una pared del consultorio) “¿Querés jugar con las máscaras?” Convidé.
“¡Dale!” “Bueno, pero primero vamos a armar en el suelo un escenario”. Lo
armamos, dejé que él guiara la construcción con cinta de papel. Quedó un
escenario bastante chico. Cuando estábamos trazando la última línea del
rectángulo en el suelo, me miró: “¿y la verdad?” “¿Cómo?” pregunté. “Es que
debería estar la verdad en el libro, porque es la más importante de las
emociones…” “Qué bueno lo que dijiste, para pensarlo…”. Después, le
propuse que eligiera algunas máscaras para representar emociones en el escenario,
eligió para la alegría y el amor. Mucho brillo (pienso, mientras escribo,
qué hubiera pasado si le proponía que eligiera una máscara para la verdad…).
Sobre el final, miró otra vez hacia las máscaras “La próxima voy a elegir
alguna para el enojo”. “Dale” respondí. Le hice notar lo chiquito que había
quedado el escenario y propuse que, si tenía ganas, la próxima sesión lo
hacíamos un poco más grande, con más lugar para jugar.
¿Escenas de la clínica o clínica de las
escenas?
En la viñeta, el escenario marca una
dirección de la cura posible, leer el caso “desde el escenario” me resulta
esclarecedor. De tan concreto parece simple, pero no lo es. Me impactó que
apareciera una pregunta por la verdad, justo en ese momento. Se esbozó, además,
un norte en el trabajo: ampliar el escenario para representar emociones.
Otra escena, de un taller de Juego y
Psicodrama para chiquis con el que trabajo desde hace tiempo, voy a mis notas
después del encuentro:
“…les propuse que eligieran máscaras y
armamos entre todos un escenario, con cinta, en el piso. Este momento de armado
lo sentí muy importante. Prendí las luces “de escena”. Pero todo era muy
caótico... lo que se me ocurrió fue proponerles que jugáramos a caminar por los
bordes del espacio del escenario, haciendo equilibrio; fue un poco como poner a
jugar algo de la construcción de los bordes del espacio de representación.
Después, cuando yo aplaudía, entraban al escenario, y salían cuando volvía a
aplaudir. Apareció un ritmo, una alternancia. Pienso ahora, mientras
tomo notas, que ese juego fue la escena “en sí”. ¿Qué es el escenario? Les
pregunté. Un lugar para hacer cosas, para mostrar, un lugar para jugar,
contestaron.
Otro paciente (4), me dijo en una sesión,
después de un momento de juego con las máscaras, “Ite que quiero dibujar”
(andate) y me develó algo central en relación a la posición del analista:
vaivén y juego: posibilidad de creación.
Hace un tiempo conocí a F. Su mamá estaba en
tratamiento por problemas de salud, y había posibilidades de que perdiera el
pelo, situación difícil de atravesar para las dos. La primera vez que vino F.
al consultorio, con ojos tristes pero ávidos, le propuse jugar con las telas
que están en un rincón. La invité a que eligiera una, y ella dijo, mientras las
estaba desenredando: “estas telas son como pelos que se van saliendo”. Eso
marcó una dirección; juntas, fuimos desenredando las telas y buscando palabras.
Después, le propuse marcar el escenario, hacer juntas un rectángulo en el suelo
con cinta de papel, como si fuera una hoja en blanco, para que ella pudiera
“pintar” con las telas, como si fueran témperas. Le gustó; fue un juego posible
para tramitar algo de la angustia. Cuando la volví a ver, a la sesión
siguiente, me propuso jugar al truco. “Mirá que soy buena mintiendo” dijo “Mirá
que yo también” le retruqué. Sonreímos, y jugamos.
¿Mentimos en el truco? Sí. ¿Es una estafa?
No. En todo caso, hay un acuerdo que sostiene la posibilidad de creación de
ficciones posibles para seguir jugando, toquen las cartas que toquen.
Determinación y azar, encuentro y creación de ficciones compartidas.
¿Psicoanálisis? La verdad tiene estatuto de ficción.
¿Qué hago con mis pacientes? Juego, y
hablo, hablamos mientras jugamos; intentamos crear juntos condiciones que
sostengan y propicien el juego, que lo acompañen en sus recorridos y
mutaciones, o que lo vayan iluminando en sus fijezas. El juego va haciendo
posible el nacimiento de diversas metáforas. También hace presente escenas.
Desde este lugar, me reencuentro con un
psicoanálisis (des)enmascarado, iluminado en sus claroscuros por la potencia
del espacio escénico y, también, velado, quizás en la periferia de una
actualidad que hace foco sobre todo en ideas de éxito, rapidez y productivismo.
Un psicoanálisis que produce sentidos desde la heterogeneidad y desde lo
cotidiano de una práctica. A otras velocidades. Abro la puerta a esta manera de
transitar el psicoanálisis que es, también, una manera de transitarme en tanto
psicoanalista y de reflexionar sobre una praxis, como un constante ejercicio de
representación de la escena clínica. Sería una vuelta al psicoanálisis
desde la escena (desde la ética de la escena), como espacio de iluminación y
(des)ocultamiento. Insiste, en estos apuntes, la referencia a un psicoanálisis
dramático con máscaras, en una sociedad en donde el desamparo gana terreno y el
trabajo en/con la virtualidad nos interpela en nuestra identidad profesional.
En un mundo híper productivo (a nivel económico) y que produce subjetividades
cada vez más fragmentadas, la potencia del juego que abre el abanico de las
máscaras hacia la multiplicidad aparece como una alternativa desalienante.
Quienes trabajamos con grupos hemos
atravesado, en los últimos años, muchos desafíos. Pasamos una pandemia. Lo
virtual trajo nuevos obstáculos, potencias y multiplicidades. La complejidad
del mundo hace que las condiciones de producción de subjetividad sean cada vez
más inhumanas. El ritmo cotidiano es el de la fugacidad, la liquidez es la
materialidad de los vínculos. El mercado, un valor de verdad cuasi
incuestionable. Estamos, como miembros de esta sociedad, cada vez más
conectados y cada vez más solos, cada vez más “en escena”, atados al ideal de
un público imaginario que valida con sus likes las recetas de bienestar que nos
muestra el algoritmo, compartiéndonos sus tips para ser felices en 10 pasos, o
las maniobras “efectivas” para gestionar las emociones (el término gestión en
relación a las emociones me pone la piel de gallina).
Estamos cada vez más “en escena” pero la
escena en la que estamos, valga la redundancia, es una impuesta por esa especie
de panóptico tecnológico que configuran las redes. Es una escena que desampara.
Sumemos a esto la inminencia de la inteligencia artificial. No sé por qué vino
esa palabra. Inminencia. La dejo; si algo nos puede aportar nuestra humanidad,
a mi entender, es la angustia y las posibilidades de creación que nos provoca
convivir con lo incierto, con el no saber. Dejo que resuene, y desde ahí vuelvo
a jugar con los interrogantes. Soy honesta: para mí, este momento de escritura
es un juego. Aclaro: un juego no es cualquier cosa, todo lo contrario. Implica
la madurez de animarse a transitar la incertidumbre porque hay brújulas
(teóricas y prácticas) que orientan las exploraciones en una zona intermedia de
experiencia, que favorece la investigación y las creaciones potenciales. Me
provoca curiosidad, deseos de saber, y define un posicionamiento ético que se
relaciona, también, con una poética. Una poética del jugar. No
tengo, en este momento, otra finalidad: escribir, investigar, compartir, es
placentero. Claro que en el juego siempre hay otros, y la escena del juego
configura también una espacialidad particular. El juego configura una escena
que, al decir de Winnicot, es más amplia que el psicoanálisis. Juego
entonces una vuelta al psicoanálisis desde la escena, el escenario y las
máscaras. ¿Dispositivos? de iluminación y (des)ocultamiento. También, desde las
preguntas.
¿Se podría pensar en una dirección de la cura
en donde el trabajo con el escenario, como espacio concreto, como lugar de
iluminación, nos pueda ayudar también a repensar algunas cuestiones del
psicoanálisis mismo, como si este estuviera en el centro de la escena?
¿Qué nos aporta el “drama”, el trabajo con la
escena, con lo representado y lo que queda por fuera del espacio escénico, que
nos aporta el escenario para pensar el psicoanálisis? ¿para representar
el psicoanálisis? ¿Qué es el psicodrama? ¿Qué es el psicoanálisis? ¿qué
pasa entre los dos? Este “entre” hace
referencia a un espacio transicional de aperturas, juego, intercambio y
construcción de sentidos, en un recorrido que siempre es singular y, al mismo
tiempo, compartido. ¿Por qué no probar invertir los términos, y en lugar de
hablar de psicodrama psicoanalítico hablar de psicoanálisis dramático o
escénico?
Me resuena con particular intensidad la
palabra “escena”. Busco la etimología de escena: viene de un
vocablo griego y significa choza, tienda de campaña, cobertizo de ramas; la skene
era una edificación ubicada frente al público, en donde los actores se
podían ocultar y hacer cambios de vestuarios y máscaras. Escena,
cobertizo. El cobertizo nos pone a resguardo de la intemperie.
Volver al psicoanálisis desde la escena y las
máscaras, desde lo que las máscaras ocultan y revelan; también, desde el
entrecruzamiento entre lo social y lo subjetivo que ponen en evidencia
(historia singular, significaciones sociales, mitos individuales y colectivos).
Mario Buchbinder y Elina Matoso definen a la máscara como el órgano de
superficie del conjunto de las relaciones sociales. Volver al psicoanálisis
desde estos recorridos. En mi caso, aprehender la profunda verdad subjetiva que
deshojan (“Pinta tu aldea…” dicen por ahí). Seguir dialogando
sobre estas cuestiones para estar, quizás, un poco más al abrigo de ciertas
preguntas y reflexiones compartidas en torno a una praxis que, muchas veces,
nos enfrenta con la soledad, el sufrimiento y la angustia que nos hace humanos.
También, con el encanto y la maravilla.
Hago un ejercicio de elucidación crítica
sobre este modo particular de hacer psicoanálisis, en donde el trabajo con lo
escénico, los recursos expresivos y las máscaras delimitan un espacio, a modo
de escenario, para que se articule algo de lo inconsciente, siempre a producir,
entre luces y sombras. El escenario como un espacio de génesis de
representaciones, con lo que queda por dentro y por fuera, con sus parpadeos y
claroscuros. Espacio fundante en un encuentro entre miradas. Con sus inercias y
potencias, fuerzas encontradas entre lo instituido y lo instituyente que van
pujando entre el devenir, el acontecimiento y los interrogantes. El
escenario como una metáfora de la subjetividad.
Al final, fueron tres hojas. Amplié el
escenario. Abro entonces el juego, amplío el campo de los interrogantes.
Habilito y comparto estos apuntes para reflexionar sobre un psicoanálisis
dramático con máscaras, un psicoanálisis en construcción…
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