"Jugar es cosa seria" - Por Valeria Uhart
Introducción
Escribo este texto en un momento particular, momento de
redescubrir el psicoanálisis[1] después de un recorrido
que puedo trazar, a posteriori, entre el psicodrama, el cuerpo, las máscaras,
los recursos expresivos y el juego. Remarco “un recorrido”, para resaltar la
singularidad, lo que no implica en modo alguno soledad. El camino no es sin otros,
otros que funcionan como referentes, compañeros e interlocutores en este
tránsito que parece ser interminable. En este contexto, ubico al grupo “Aperturas
del Psicoanálisis”, del Instituto de la Máscara, al que pertenezco desde hace
años.
El psicoanálisis que ponemos en práctica, que estudiamos
y compartimos, y sobre el cual estoy, (estamos) intentando reflexionar, es un
psicoanálisis que se corre del centro (dogma) hacia la periferia y hace lugar,
genera aperturas hacia otras territorialidades que incluyen, o acentúan, la
importancia del cuerpo y sus escenas, de las máscaras, y de todo el abanico de
recursos expresivos que dispone cada ser humano en una determinada época y
contexto social.
Entre las cosas que he ido aprendiendo en este camino,
está el confiar en la importancia de los detalles y, también, la necesidad de
estar abierta a la escucha de eso “otro” que se va esbozando en pequeños
devenires, quizás en una estela, en un gesto o un esbozo, y que después, a
posteriori, resulta ser revelador. Confiar en los tiempos y en los diversos
modos de presentación del inconsciente es todo un aprendizaje. Ya que es quizás
en los recorridos laberínticos que uno puede ir trazando, siempre a posteriori,
donde se van iluminando a medias, en una especie de “tránsito por los
suburbios”, los caminos de una cura.
Reflexiones
e interrogantes
Hago referencia en este texto a algunas escenas de la
clínica. Parto de una pregunta: ¿Qué hace cada uno con los pacientes? ¿Qué hago
con mis pacientes?
Juego con algunos, intento jugar con otros, intentamos
crear juntos condiciones que sostengan y propicien el juego, que lo acompañen
en sus recorridos y sus mutaciones, o que lo vayan iluminando en sus fijezas,
en aquello que insiste y que se repite.
Recortes
clínicos:
R. (8) viene a tratamiento luego de la muerte de su
abuelo, con quien era muy apegada. Está muy pendiente de su mamá, de quien no
se despega casi ni un segundo, lo cual trae dificultades y conflictos para ella
y para la madre. En el recorrido que hicimos juntas, muchos encuentros los
dedicamos a fabricar aviones de papel y jugar a lanzarlos, a “dejarlos ir”.
¿Podría pensarse en este juego como un acompañamiento en
la elaboración de la pérdida? ¿Armar avioncitos y lanzarlos, como una manera de
acompañar en la simbolización de la despedida?
Durante los primeros meses de tratamiento con P. (7), una
parte muy importante se desarrollaba en la sala de espera: yo salía del
consultorio a buscarlo y él se escondía, pero se escondía en un lugar en el que
yo podía verlo. Entonces, en complicidad con él y con la madre, yo me “hacía la
que no lo veía” y preguntaba “¿Dónde está P? ¿Alguien lo vio?” Él se reía, nos
reíamos juntos. “¿Dónde está?” le preguntaba a la madre, hasta que, en un
momento, él salía “¡Acá estabas!”. Después, entrábamos juntos al consultorio.
Vuelvo, entonces, a la
pregunta inicial: ¿Qué hago con mis pacientes?
V. (9) concurre a tratamiento traída por sus papás. Tuvo
una hermanita hace unos meses, y en la entrevista con los padres surge en el
relato la pérdida de una hermana hace tres años que había nacido prematura.
Ella tiene miedo, entonces, de que se muera esta bebé. Manifiesta temores e
inhibiciones, y una marcada timidez. En las entrevistas posteriores con los
padres, cuando le pregunto por cómo había sido el embarazo de V, cuentan que
había sido un embarazo de gemelas, pero que un embrión había muerto. Esto
resuena en mí, enlazándose la pérdida de la hermanita tres años atrás con esta
huella originaria de la “otra hermana”, su gemela intrauterina, como una
especie de doble espectral. Un tiempo después, le tomé a V un HTP, y todo lo
dibujó doble, haciendo un primer ensayo que no resultaba pero que dejaba en la
hoja su rastro tachado.
Detallo a continuación una pequeña secuencia: jugábamos a
los palitos chinos, donde cada palito tiene un puntaje. Luego, ella propuso
cambiar los puntajes. Lo hizo. Fue duplicando los puntajes: de 10 a 20, a 40, a
80: estaba duplicando, como en el HTP. Antes habíamos jugado a otro juego y
había hecho lo mismo, fue duplicando los puntajes hasta un nivel en que era muy
difícil sacar el puntaje final. Y le dije “¡cómo complicamos los puntajes! Si
seguimos así, vamos a tener que usar una calculadora…”
El
juego es el nacimiento de la metáfora (M.B)
Con V. jugamos.
Otra cosa que se me hace necesario destacar es que jugamos, mejor dicho,
yo juego “en serio”. Los chicos siempre, o casi siempre, juegan en serio
(“confío” en su juego, parafraseando a Freud). Pero este jugar “en serio” para
mí, define una posición ética y estética: la posición del analista. Con los
chicos juego, jugamos, y el juego va acompañando, va haciendo posible es mejor
decir, el nacimiento de diversas metáforas.
“Juguemos, y
mientras jugamos te voy contando lo que me pasa…” me dice, muchas veces, otra
paciente…
Cuando jugamos con otro hay un préstamo, una donación
fantasmática, que acompaña y sostiene el “como si” del juego, el simulacro, las
sucesivas re-presentaciones que se van encadenando en el espacio/tiempo del
juego, el espacio transicional. La mirada sostiene y acompaña el juego. El
juego puede ser el espacio del acontecimiento. En un determinado momento,
“algo” sucede (se duplican los puntajes, se construyen aviones para hacerlos
despegar, hay un simulacro de ocultarse para después aparecer), algo sucede en
un espacio y en un tiempo particular, y en la relación con el otro. Y en el
transcurrir del juego, se propicia la puesta en marcha de operaciones
metafóricas que ayudan a destrabar, a mover intensidades coaguladas para abrir
el escenario al surgimiento de otros sentidos que vayan en pos de lograr
mayores grados de autonomía y bienestar. El
juego hace presente escenas.
Sitúo aquí una escena muy importante en el recorrido que
hicimos juntas con V, voy a llamarla la “escena del espejo”. Retomo algunas
notas que tomé después de la sesión:
…entró como siempre, yo la estaba esperando
con nuestras anotaciones sobre el escritorio (las tablas de los puntajes de la
generala, los dados y los palitos chinos...) y me dijo "hoy vamos a jugar
a otra cosa"; "¿a qué querés jugar?" le pregunté, y miró por el
consultorio hasta elegir una cartulina en donde está impresa la figura de un
camino armado con casilleros, en una especie de juego "de recorrido"
que vengo armando con varios pacientes en el consultorio. "A eso"
dijo, y comenzamos a jugar: había que tirar el dado y, según lo que tocaba,
íbamos avanzando, retrocediendo, y realizando diferentes actividades (contar
cosas relacionadas con los sentimientos, dígalo con mímica, dibujar, etc...).
La sentí mucho más suelta, con disposición a hablar y compartir.
En un momento estaba haciendo una
"prenda" de saltar 20 veces, y después se tiró en el piso a
descansar, en un rincón que hay en el consultorio junto a un espejo. Se
envolvió con unas telas que había en el piso, y por ahí dijo, mirándose al
espejo: " ¡ay! ¡me asusté! ¡Pensé que había otra V!", y se rió y vino
a seguir jugando...
" ¡Epa! ¡Quedate tranquila!!Que vos sos
la única V que hay acá”.
A la sesión siguiente, volvió a proponer el mismo juego
de recorrido, pero esta vez usando dos dados.
¿Qué espectros/imágenes se habrán desplegado en este
“simulacro”? ¿Los espectros del “otro muerto”, de ese que no fue, de la gemela
perdida…?
La imagen de V envolviéndose con las telas frente al
espejo, tiene me parece un tinte “intrauterino”; pero en esta representación,
parece que no hay angustia, al contrario. ¿Será justamente esa una de las
operaciones metafóricas del juego o, mejor dicho, del jugar? Pienso en la
definición de metáfora, en la sustitución de un significante por otro
significante, que tiene como efecto la creación de un nuevo sentido.
Viene también otra pregunta: ¿Qué pasa con el cuerpo en
la(s) escena(s) del juego? Decía unas líneas atrás que el juego hace presente
escenas. Y acá se me hace inevitable relacionarlo con otro juego que atraviesa
mi quehacer en la clínica: el psicodrama.
¿Qué es el psicodrama? ¿Qué es
el psicoanálisis? ¿qué pasa entre los dos? Este “entre” hace referencia a un
espacio transicional de aperturas, intercambio y construcción de sentidos, en
un recorrido que siempre es singular y, al mismo tiempo, compartido.
Se actualizan en mí viejas preguntas, y las dejo latir en
esta especie de juego. ¿No se trata de esto, en gran medida, la clínica…?
Retomar viejos textos, reactualizarlos, interrogarlos y recrearlos para ganar
mayores grados de autonomía…
¿Qué es el psicodrama? ¿Qué es el psicoanálisis?
En este momento, el trabajo con niños en la clínica, en
una especie de “clínica del jugar” redimensiona, para mí, las relaciones entre
el psicoanálisis y el psicodrama.
¿Por qué no probar invertir los términos, y en lugar de
hablar de psicodrama psicoanalítico hablamos de psicoanálisis dramático o escénico?
¿Será solamente un juego de palabras…?
…. Jugar es cosa seria...
[1] [1] Caigo en la cuenta de que muchos de mis escritos
empiezan de una manera similar…se ve que hace años que vengo redescubriendo el
psicoanálisis, y ya a esta altura parece que voy a seguir así, con una
sensación un poco de “extranjería” que, paradójicamente, hace que me sienta en
casa.
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